Comenzamos el día desayunando nuevamente en el Café Frauenhuber, disfrutando de su ambiente cálido y tradicional.
Luego caminamos hacia el Palacio Hofburg, donde asistimos a la práctica matutina de los caballos de la Escuela Española de Equitación. Fue impresionante ver cómo entrenaban con tanta precisión y elegancia en un entorno tan histórico.
Más tarde nos aventuramos hacia los Gasómetros, estructuras industriales circulares que fueron reconvertidas en centros comerciales, residencias y espacios culturales. Aunque el lugar no tenía mucha actividad, la arquitectura y el reciclaje urbano resultaron interesantes de ver.
Volvimos al Prater, esta vez para explorar un poco más del parque y visitar el Museo de Cera Madame Tussauds. Algunas figuras estaban muy logradas, otras nos sacaron una sonrisa por lo poco parecidas… pero fue una visita divertida. También nos subimos al tren Liliput, un pequeño ferrocarril que recorre parte del parque, ideal para relajarse y ver el entorno con otros ojos.
Ya por la tarde, caminamos por la plaza Maria Theresien, flanqueada por los dos grandes museos (Historia del Arte y de Historia Natural), y decidimos entrar al Mumok, el Museo de Arte Moderno. La arquitectura del edificio —negra, cúbica, minimalista— contrastaba con las obras desafiantes y provocadoras que encontramos adentro. Luego fuimos a merendar al café Oberlaa.
Finalmente, fuimos nuevamente a la feria navideña del Rathaus, ya en pleno funcionamiento. Las luces, los aromas de vino caliente y especias, la música y la decoración hacían sentir la llegada del Adviento. Probamos salchichas, dulces y panes típicos, mientras paseábamos entre los puestos. Un día que combinó tradición, modernidad y mucha magia vienesa.