Lo primero que hicimos el segundo día fue retirar el Viana Pass, pero como llegamos muy temprano, fuimos al café Aida y desayunamos.
Nuestra primera gran visita fue el Palacio Hofburg, antigua residencia de invierno de los Habsburgo, donde recorrimos los Apartamentos Imperiales y el museo dedicado a la emperatriz Sissi, una figura fascinante que nos sorprendió con su historia trágica y moderna.
Después, tomamos el transporte hacia Schönbrunn, el majestuoso palacio de verano. Recorrimos sus salones, admirando los lujos y la arquitectura imperial, y paseamos por sus jardines.
Visitamos el Tiergarten, el zoológico más antiguo del mundo, fundado en 1752, donde pudimos ver rinocerontes, pingüinos, leopardos de las nieves y muchos animales más. También exploramos la Palm House (una maravilla tropical bajo techo) y la Desert House, con sus paisajes áridos recreados a la perfección. Como cierre, nos adentramos en el Wagenburg, el museo de carruajes imperiales.
Ya de regreso en el centro de Viena, caminamos por calles comerciales animadas, presenciamos una protesta contra el uso de pieles en la zona del Golden U, y escuchamos órgano en la iglesia Capuchina, junto a la cripta que visitaríamos más adelante. La cena fue en Figlmüller, donde probamos la famosa milanesa de cerdo que es casi del tamaño de un plato entero. Deliciosa, aunque difícil de terminar. Esa noche, notamos que en los alrededores del hotel había algo de bullicio: jóvenes cantando y gritando por la calle. Viena tiene su lado imperial… y su lado nocturno también.